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SISTER MARIANNE – Marianne Faithfull & Marc Ribot, “An intimate evening” – Teatro Coliseo, Buenos Aires, 22 de septiembre de 2011

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*Por Marcelo Sonaglioni

“Ya saben, todavía sigo fumando…” Habían transcurrido apenas 50 minutos de show, los que no se extenderían por mucho más, y Marianne Faithfull no tuvo el más mínimo reparo en fundamentar las razones por las que, naturalmente, no se privaba de toser, cuando le fuere necesario hacerlo. Los mismos motivos que transformaron su afinadísima garganta adolescente, en la cavernosa voz que hoy, a sus 64 años, sigue portando, décadas mediante de tabaquismo y demás excesos. Más precisamente cuando fue descubierta por Andrew Loog Oldham, mánager y productor original de los Rolling Stones, y quien no dudó en presentarla ante los medios británicos como “un ángel con tetas” Una trayectoria que va de ícono indiscutible de la escena más vital del Swinging London de los ’60s (cuando se convirtió nada más y nada menos que en “la novia de Mick Jagger”, y por ende en indiscutible musa stoniana, estereotipo del cual Faithfull nunca logró desprenderse), hasta su regreso a la escena a fines de los 70s, sin antes haber deambulado por las calles de Londres como heroinómana oficial. Fue precisamente Faithfull, ávida lectora y con un background cultural enorme, noble descendiente de Leopold von Sacher-Masoch (aquel escritor y periodista austríaco que inspiró el término “masoquismo”) quien refinó a Jagger y lo insertó en el mundillo de la aristocracia británica. Lo que sugería ser, tal como fuera anunciado en los afiches publicitarios, “Marianne Faithfull y Marc Ribot, An Intimate Evening”, superó la escala de intimidad prometida y acabó siendo un derroche de majestuosidad y simpleza de una artista que no necesita de aditivos escénicos para manifestarse.

Se trataba de su primera visita como artista a esta parte del mundo (sólo lo había hecho anteriormente en calidad de turista y en pleno affaire con Jagger, también en Brasil, cuatro décadas atrás en el tiempo), tramo iniciado con dos show en Porto Alegre apenas unos días antes de su arribo a Buenos Aires. Tan sólo le bastó a la gran dama un micrófono de pie, un banco (que nunca usó, prefiriendo permanecer parada a lo largo del concierto, incluso esbozando suaves pasos de danza, con las manos en los bolsillos de su oscuro saco), un atril con partituras, y la imprescindible presencia del eximio guitarrista Marc Ribot, éste en exclusivo plan acústico y coros (cuya grandielocuencia merecería un párrafo aparte), y acaso más conocido por sus sesiones de estudio junto a artistas de la talla de Tom Waits, Elvis Costello y la mismísima Faithfull, entre otros. Y su voz, claro, aquella voz! Sorpresivamente, la cantante decidió comenzar su show arrancando por el final, esto es, con la canción ‘Horses and High Heels’, que también es título de su último trabajo de estudio. A lo largo de la velada, que se extendió por cautivantes 70 minutos, Faithfull propuso una lista de temas concisa, pero que jamás dejó de rozar la perfección, donde no faltaron los clásicos (‘The Ballad of Lucy Jordan’, aquella que acompañó su regreso a la palestra artística como parte del álbum Broken English de 1979, y tras un puñado de años como inalterable junkie en las calles de Londres, canción homónima que también realizó), y otras grabaciones más contemporáneas que, fiel a su estilo, Faithfull le introdujo a la audiencia una tras otra, dialogando con ésta en todo momento, bajando línea, hablando de su vida (“Ahora vivo en París, amo París! Hay veces en que salgo a caminar por la ciudad y regreso a casa pensando en que no ha pasado nada, es todo muy estilo Seinfeld…”)

Así desfilaron ‘That’s How Every Empire Falls’, indicando que se refería a los Estados Unidos y la caída de su imperio (“El imperio maligno, que está cayendo…y lo mejor de todo es que no tuvimos que hacer nada, lo hicieron ellos solos…”) No faltó más material de Horses and High Heels (‘Prussian Blue’, ‘Love Song’ –popularizada por Elton John en los ’70s–, ‘Why Did We Have to Part’), intercalando un cover de ‘The Crane Wife’ de los Decemberists, y que Faithfull incluyera en Easy Come Easy Go, álbum lanzado en 2008. Pero fue el resto de las canciones, en su mayoría también covers, que conmovió a la audiencia (apenas unas 800 personas, en un show que contó con escasa promoción y que apoyó la inauguración del Faena Arts Center, por donde la artista pasó brevemente) Desde ‘Solitude’ (de Duke Ellington), a ‘Working Class Hero’ de Lennon, que Faithfull coronó alzando su puño izquierdo en señal de victoria, hasta ‘Baby Let Me Follow You Down’, de Bob Dylan, único momento en que Ribot abandonó la guitarra acústica para cambiarla por el ukelele. Inevitablemente, el set no pudo dejar de incluir ‘As Tears Go By’, que la dupla Jagger-Richards creó para catapultar la carrera de Faithfull allá por 1965 (“canción que un par de tipos escribieron para mí” y, eventualmente, la misma canción que llevó a la artista a ganar popularidad, y ‘Sister Morphine’, que los Stones incluyeron en el celebradísimo Sticky Fingers de 1971 y cuya co-autoría junto a Jagger jamás fue reconocida como tal (“tal vez conozcan esta canción, la escribí con un tipo de quien no me acuerdo el nombre”) Ironías aparte (después de todo no podían faltar las alusiones stonianas de la que Marianne tanto rezonga, ¿verdad?), y cuando parecía que ya no quedaba ningún corazón por exprimir, Faithfull deleitó con una intimísima (debemos reiterar la omnipresente intimidad del concierto a la que la audiencia se vió sometida?) versión de ‘Strange Weather’, que Tom Waits compuso para ella, y que dio título al disco del mismo nombre, editado en 1987. Para el final, ahora sí, el bis fue sólo para la gran dama y su versión a capella de ‘Love is Teasing’, de los legendarios Chieftains, que sonó tan irlandesa como el país de origen de sus autores, momento en que se acercó al público y apretó manos, un gesto más para describir la enorme intimidad propuesta a lo largo de la velada, y a cuya descripción hizo delicado honor. Aquel “ángel con tetas” de los ’60, entonces, con toda su elegancia, finalmente pudo quebrar sus alas. Y las almas volvieron a respirar.