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Sobre ‘Stray Cat Blues’ de los Rolling Stones (1968)

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Canciones de los Rolling Stones: Stray Cat Blues

Oh yeah, you’re a strange stray cat/ Oh yeah, dont’cha scratch like that…

Escrita por: Jagger/Richard
Grabada: RG Jones Studios, Morden, Surrey, Inglaterra, 1-14 de marzo de 1968; Olympic Sound Studios, Londres, Inglaterra, 13-18 de mayo de 1968

Mick Jagger: voz
Keith Richards: guitarra
Brian Jones: mellotron
Bill Wyman: bajo
Charlie Watts: batería
Músicos invitados: Nicky Hopkins (piano), Rocky Dijoan (congas)

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*Por Marcelo Sonaglioni

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La polémica detrás de Stray Cat Blues

Desde la primera estrofa Stray Cat Blues deja claro que no tiene ningún interés en caer bien ni en ser perdonada. La canción no coquetea con la controversia: la arrastra al centro de la escena y la enfrenta sin desvíos. Mick Jagger y Keith Richards se apoyan por completo en la mitología de “chicos malos” de los Stones, creando un narrador arrogante, depredador y peligrosamente consciente de sí mismo. No hay salida moral ni guiños irónicos capaces de suavizar el golpe. Las letras obligan al oyente a convivir con la incomodidad, revelando la podredumbre que se esconde bajo la superficie glamorosa del estrellato rock. Poder, fama y deseo se confunden en algo turbio y transaccional, expuesto sin disculpas. Justamente ahí reside el sentido de la canción: Stray Cat Blues no es confesión ni fantasía, sino provocación. Al meter al público en la mente del narrador, la canción deja de ser mero escándalo y se convierte en un desafío directo a los mitos de libertad, rebeldía e inocencia del exceso en el rock de fines de los sesenta.

El narrador sabe exactamente lo que hace

La voz central de Stray Cat Blues no es confusa, ni contradictoria, ni ingenua. Es calculadora. La chica tiene quince años, y la canción se asegura de que ese dato importe, no como advertencia, sino como parte del atractivo. Él descarta la legalidad y las consecuencias con una frialdad inquietante, reduciéndolo todo a que “no es un crimen capital”. Su estatus lo protege. Sea una estrella de rock o un artista celebrado, se mueve por el mundo asumiendo impunidad, acostumbrado a que el deseo se doblegue ante él. La chica, por su parte, aparece inquieta y lejos de casa, no inocente, pero sí vulnerable de una manera que el narrador explota sin dudar. Ese desequilibrio es el motor de la canción. Lo perturbador no es la ambigüedad, sino la claridad: conoce las reglas, sabe que las está rompiendo y, simplemente, no le importa. Esa crueldad casual convierte la canción en un retrato de vacío moral, más que en un simple ejercicio de provocación.

La actuación como provocación

Si la versión de estudio ya ponía a prueba los límites, las interpretaciones en vivo los llevaron aún más lejos. Para cuando los Stones emprendieron su gira estadounidense de 1969 Jagger redujo la edad de la chica a trece años (algo que puede comprobarse en el álbum en vivo Get Yer Ya-Ya’s Out!, publicado al año siguiente), un gesto que se sintió menos como una escalada gratuita y más como un desafío deliberado. No era una rebelión sutil: era carnada. Desde hacía tiempo, los Stones habían sido presentados como los anti-Beatles, el grupo que los padres temían y del que se alimentaban los tabloides, y Jagger entendía perfectamente el poder de asumir ese papel. El cambio en la letra amplificó el escándalo y eliminó cualquier ilusión persistente de contención. Fue un acto calculado de performance, que desdibujó la frontera entre personaje y persona. A la sombra de Altamont, la canción —y su puesta en escena— quedó bajo un intenso escrutinio, integrándose a un debate más amplio sobre violencia, responsabilidad y las consecuencias más oscuras de las libertades míticas del rock.

El sonido como atmósfera moral

Musicalmente Stray Cat Blues es engañosamente sencilla. Producida por Jimmy Miller, la canción se apoya en una estructura de blues de tres acordes, impulsada por un pulso firme de medio tiempo que se niega a liberar la tensión. El hi-hat de Charlie Watts marca de forma insistente, mientras el bajo avanza con una sensación de inevitabilidad. El piano monótono de Nicky Hopkins añade un trasfondo claustrofóbico, y el mellotron de Brian Jones cubre a la canción de inquietud más que de color. Keith Richards se encarga de todas las guitarras eléctricas, manteniéndolas austeras y ásperas. La voz de Jagger queda equilibrada en la mezcla —ni dominante ni enterrada—, entregada como una declaración fría y objetiva. Incluso las congas de Rocky Dijon aportan textura sin calidez. Nada en el arreglo ofrece alivio. La música no dramatiza la letra; la normaliza, y eso resulta mucho más perturbador. El groove arrastra al oyente hacia adelante, quiera o no.

De hecho Stray Cat Blues mantiene una deuda evidente con el debut de The Velvet Underground con Nico en 1967. Mick Jagger admitió abiertamente a Nick Kent de NME que su ritmo y atmósfera fueron tomados de Heroin de Lou Reed. La similitud es inmediata, desde los temblores nerviosos de la guitarra inicial hasta la entrada de una segunda guitarra rítmica que va acumulando tensión. Keith Richards, siempre un recolector voraz de influencias, toma ese material del acervo común del rock y lo remodela hasta convertirlo en un sonido inconfundiblemente Stone.

Mick Jagger (1977): “Quiero decir, incluso nosotros hemos sido influenciados por la Velvet Underground. Te voy a decir exactamente qué es lo que le robamos a Lou Reed. ¿Conocés Stray Cat Blues? Todo el sonido y la manera en que está llevada lo sacamos del primer álbum de The Velvet Underground. Ya sabes, el sonido de Heroin. Te lo juro por Dios, lo hicimos.”

La tradición del blues más allá de la comodidad

Las canciones sobre chicas adolescentes no eran un terreno nuevo en la música popular. Chuck Berry y Sam Cooke ya habían explorado temas similares una década antes, pero esas narraciones solían estar envueltas en un halo de nostalgia o distancia romántica. Los Stones eliminan todo eso. Donde aquellas canciones insinuaban anhelo, Stray Cat Blues impone inmediatez y fisicidad. El narrador de Jagger pertenece a una estirpe que empezó a delinear alrededor de Jumpin’ Jack Flash: una figura amenazante que se mueve al borde del exceso, la tentación y la autodestrucción. Ese personaje reaparecería a lo largo del catálogo de los Stones, desde Sympathy for the Devil hasta When the Whip Comes Down, encarnando el lado oscuro del blues más que su poesía melancólica. En ese sentido, Stray Cat Blues no es una excepción, sino una cristalización. Confirma la decisión de los Stones de abandonar las ilusiones del flower power y asumir el papel de villanos culturales, explotando por igual el miedo y la fascinación, y garantizando que la incomodidad de la canción nunca se disipe.

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